lunes, 10 de junio de 2013

come, coco

Como hemos visto en otras entradas anteriores, nuestro comportamiento está muy determinado por muchos aspectos, sobre todo, sociales. Pero hoy os traigo algo nuevo: la comida

En nuestra sociedad occidental, la comida es algo tan natural y habitual, que no nos damos cuenta de la verdadera importancia que tiene el alimentarnos bien. No apreciamos que nuestro organismo funciona tal y como lo hace por los nutrientes que les aportamos. Sin embargo, no todas las épocas han sido tan prósperas como esta. Por ejemplo, en la IIª Guerra Mundial, Europa pasaba por una epoca de vacas flacas que afectó a la mayor parte de la población. En relación a esta situación de privación de alimentos, en Estados Unidos se puso en marcha uno de los experimentos más famosos en relación a los efectos de la inanición.

El 19 de noviembre de 1944, 36 hombres jóvenes y sanos, pertenecientes al ejército de los Estados Unidos, acudieron al laboratorio de Higiene Fisiológica en la Universidad de Minnesota, como voluntarios para un experimento. El objetivo era mantener al grupo en un estado de semi-inanición (luego se les realimentó) para observar qué efectos físicos y mentales provocaba el hambre en las personas

En un primer periodo, los sujetos recibieron 3200kcal/diarias, la cantidad recomendada y suficiente para hombres activos físicamente.
Después de tres meses, se pasó a la segunda fase, donde realmente comenzaba el experimento. La dieta cambió radicalmente. Ahora los participantes comían los típicos productos que se podían encontrar en la zona de guerra: patatas, nabos, pan, pasta... en total 1800kcal/diarias. 
Los sujetos durante todo el procesos tenían que realizar una serie de ejercicios físicos que consumían alrededor de 3000 kcal/día. Durante todo el proceso se les tenía controlados médicamente, se les pesaba a diario, se medía el tamaño de su cuerpo y la fuerza de cada uno de ellos, así como se les evaluaba funciones psicológicas como inteligencia, psicomotricidad, estado de ánimo... Cada uno de ellos llevaba un diario donde iba apuntando todo lo que hacía en el día y cómo se sentía.

Como consecuencia de la semi-inanición, el entusiasmo de los partipantes se desvaneció, y los hombres se hicieron cada vez más irritables e impacientes unos con otros. El alimentoo se convirtió en una obsesión para los participantes y todos llevaban a cabo rituales extraños con la comida: algunos diluían sus alimentos en agua para hacer que pareciera que había más,otros torceaban la comida en trozos muy pequeños para alargar más el tiempo de cominda, otros mantenían la comida en la boca mucho tiempo para saborearlo...
 
En cuanto a las consecuencias físicas, se observó una disminución de la tolerancia a temperaturas frías incluso en verano; experimentaron mareos, extremo cansancio, dolor muscular, pérdida de cabello, disminución de la coordinación, zumbido en sus oídos...

Se observó que el alimento se convirtió en el centro de atención de su vida, todo giraba entorno a la comida. Sin embargo, cuando se les preguntó si alguna vez habían pensado en romper la dieta, todos contestaron que no. Decían que esta dieta se había convertido en un modo de vida, como si de una religión se tratara. Además, querían ayudar a solucionar el hambre en el mundo y eso les impulsaba a seguir adelante.

Al final del experimento, había una diferencia de más de 20 kilos entre el peso inicial de los participantes y el final. La recuperación completa de los participantes osciló entre los 2 meses y 2 años, y se observó que el cuerpo necesita un periodo de adaptación para volver a ingerir comida después de un tiempo prolongado de privación. 

Este experimento mostró la importancia del alimento, no solo en las condiciones físicas, sino en las mentales. Los participantes dicen que llegaron a odiar a cualquier persona que vieran comiendo, incluso a un niño comiéndose un helado con una bicicleta. Si la inanición provoca un incremento de irritabilidad, podemos explicar muchos comportamientos llevados a cabo en las guerras.